ARQUITECTURA

EL PALACIO DE LOS MARQUESES DE LINARES

El Escribano toma de nuevo la pluma para relatar, con sus humildes palabras, la historia de uno de los Palacios más famosos de Madrid. Me estoy refiriendo al Palacio de los Marqueses de Linares, que está situado entre la calle de Alcalá y la plaza de Cibeles.

Consultando la Wikipedia de Google me encontré un día con una artículo que lo describía perfectamente. En dicho artículo se decía que este palacio madrileño, más conocido como Palacio de Murga, está ubicado en los antiguos terrenos del los Molinos de Plata y del Pósito Real de Madrid, gran almacén cerealista que estuvo pensado para atender las posibles crisis de abastecimiento en la Villa y Corte.

Don José Murga y Reolid y doña Raimunda Osorio y Ortega, primeros marqueses de Linares y primeros vizcondes de Llanteno, compraron este solar, de 3.064 metros cuadrados, en el año 1874 al Ayuntamiento de Madrid. Las obras del edificio se encomendaron al arquitecto francés Adolf Ombrecht. Alguas partes de este palacio, como la escalera de mármol por la que se accede al jardín, las caballerizas y la famosa Casa de Muñecas, fueron obra del arquitecto Manuel Aníbal. Los marqueses se mudaron al palacio en el año 1884, aunque las obras no finalizarían hasta el año 1900.


El palacio consta de cuatro pisos (Sótano, entresuelo, planta noble y tercer planta) más un subsótano que se extiende a lo largo de las caballerizas y del jardín y que consta de galerías cegadas que se comunicarían con edificios cercanos. En la planta sotano, que abre sus puertas al ras del suelo de la calle, se encontraban las cocinas, dependencias para el servicio y las oficinas de los empleados del marqués. En el entresuelo se encuentra la entrada a la escalera principal, el despacho, la biblioteca, la sala de billar, el salón de música, el comedor, la oficina, el dormitorio, el baño y el dormitorio del marqués. En la planta noble se podía encontrar el salón de baile, el salón de los tapices, el salon chino, el comedor de gala, otra oficina, la capilla, la sacristia, el dormitorio, el baño y el salón de retratos. La tercera planta alberga las galerías pompeyanas, los invernaderos, un comedor, diversas habitaciones de recibo, el coro de la capilla y el dormitorio para invitados.

El palacio, que está construido en estilo barroco, se caracteriza por su bella fábrica y por la buena calidad de los materiales, como se puede apreciar en la soberbia escalera principal, que une el entresuelo con la planta noble, realizada con bloques de mármol de Carrara, o las galerías del segundo piso, pintadas al oleo con motivos referentes a Pompeya. La decoración del palacio se inspira en diversos estilos, pasando de los lujosos Luis XV y Luis XVI al Rococó o al sobrio Luis Felipe. Todas las salas están decoradas con un gusto exquisito: tapices de la Fábrica de Gobelinos, techos decorados con dorados y pinturas mitológicas, suelos de maderas exóticas, lámparas francesas, alfombras de la Real Fábrica de Tapices, sedas de China y obras de Alejandro Ferrant, Francisco Pradilla, Manuel Domínguez o Jerónimo Suñol.

Tras la muerte de los Marqueses de Linares, el palacio fué heredado por Raimunda Avecilla y Aguado, condesa de Villapadierna, ahijada de los marqueses e hija de su administrador, Federico Avecilla Delgado. Con el paso de los años y tras sufrir los estragos de la Guerra Civil, este palacio estuvo a punto de ser derruido; sin embargo, fué declarado Monumento Histórico Artístico en el año 1976, lo cual lo salvó de su desapación.

El palacio pasó a ser propiedad de varios propietarios, como son la Confederación Española de Cajas de Ahorros, el Ayuntamiento de Madrid y del industrial Emiliano Revilla, permaneció sin uso y clausurado con “cien llaves” durante casi un siglo, lo que garantizó que su decoración y mobiliario llegasen sin grandes modificaciones hasta el día de hoy.

Para los que seáis amantes del cine os diré que este palacio fue escenario para la película “El Patrimonio Nacional”, dirigida por Luis García Berlanga en el año 1981.

Este Palacio se hizo famoso, allá por 1990, cuando una investigadora hizo públicas unas psicofonías, supuestamente grabadas en el palacio (que luego resultaron ser falsas) que destaparon la leyenda del fantasma de Raimunda.

Según esta leyenda, José de Murga confesó en cierta ocasión a su padre, don Mateo Murga y Michelena, que se había enamorado de una muchacha humilde, Raimunda Osorio, que supuestamente era hija de una cigarrera de Lavapiés. Al conocer don Mateo el nombre de la joven, horrorizado, mandó a su hijo a estudiar a Londres con el fin de que olvidase a aquella joven. La razón de su espanto vendría dada por el hecho de que esta muchacha, Raimunda Osorio, habría sido fruto del amor extra matrimonial del propio Mateo con la madre de ésta, y, por tantos, ambos enamorados podrían ser hermanos, lo que hacía que su amor fuese totalmente imposible. La leyenda continua situando al padre del marqués muerto y a los dos amantes felizmente casados. En tal situación habría encontrado José una carta de su padre dirigía a él en la que se explicaba las razones de su oposición a tal relación. José de Murga y Raimunda Osorio, conscientes del pecado de incesto que habrían cometido, se dirigieron al Papa Pío IX, quien les otorgó una bula papal denominada Casti Convivere, esto es, vivir juntos en castidad. Sin embargo, el amor que se profesaban les habría hecho pasar por alto su relación de medio hermanos y habrían engendrado una hija, a la que habrían asesinado siendo niña para evitar un escándalo. Tal hija, Raimunda, habría sido emparedada o ahogada, y enterradea en el propio palacio, y, según la leyenda, hoy en día seguiría su espíritu paseándose por los grandes salones del palacio cantando canciones infantiles.

A pesar de que durante años no se han podido encontrar documentos que demuestren que los marqueses eran hermanos de padre y que tuvieran alguna clase de descendencia, el reciente trabajo de la historiadora Carmen Maceiras Rey parece demostrar lo contrario.
El Escribano - CEE